jueves, 31 de enero de 2013
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Cuba crea cuatro vacunas contra el cáncer: una lección a las farmacéuticas que no será noticia


El modelo de industria pública médico-farmacéutica de un país socialista del Sur, frente a un modelo de mera rentabilidad económica de las multinacionales de la producción de medicamentos en el Norte: los medios miran para otro lado.
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Cuba crea cuatro vacunas contra el cáncer: una lección a las farmacéuticas que no será noticia

José Manzaneda, coordinador de Cubainformación.- Que Cuba haya desarrollado ya cuatro vacunas contra diferentes tipos de cáncer es sin duda una noticia importante para la Humanidad (1), si tenemos en cuenta que, según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren en el mundo, por esta enfermedad, cerca de 8 millones de personas (2). Sin embargo, los grandes medios internacionales la han ignorado casi por completo.
En 2012 Cuba patentaba la primera vacuna terapéutica contra el cáncer de pulmón avanzado a nivel mundial, la CIMAVAX-EGF (3). Y en enero de 2013 se anunciaba la segunda, la llamada Racotumomab (4). Ensayos clínicos en 86 países demuestran que estas vacunas, aunque no curan la enfermedad, consiguen la reducción de los tumores y permiten una etapa estable de la enfermedad, aumentando esperanza y calidad de vida.
El Centro de Inmunología Molecular de La Habana, perteneciente al Estado cubano, es el creador de todas estas vacunas. Ya en 1985 desarrolló la vacuna de la meningitis B (5), única en el mundo, y más tarde otras, como las que combaten la hepatitis B o el dengue (6). Además, investiga desde hace años para desarrollar una vacuna contra el VIH-SIDA (7). Otro centro estatal cubano, los laboratorios LABIOFAM, desarrolla medicamentos homeopáticos también contra el cáncer: es el caso del VIDATOX, elaborado a partir del veneno del alacrán azul (8).
Cuba exporta estos fármacos a 26 países, y participa en empresas mixtas en China, Canadá y España (9). Todo esto rompe completamente un estereotipo muy extendido, reforzado por el silencio mediático acerca de los avances de Cuba y otros países del Sur: que la investigación médico-farmacéutica de vanguardia se produce solo en los países llamados “desarrollados”.
Indudablemente, el Estado cubano obtiene un rendimiento económico de la venta internacional de estos productos farmacéuticos (10). Sin embargo, su filosofía de investigación y comercialización está en las antípodas de la práctica empresarial de la gran industria farmacéutica.
El Premio Nobel de Medicina Richard J. Roberts denunciaba recientemente que las farmacéuticas orientan sus investigaciones no a la cura de las enfermedades, sino al desarrollo de fármacos para dolencias crónicas, mucho más rentables económicamente (11). Y señalaba que las enfermedades propias de los países más pobres –por su baja rentabilidad- sencillamente no se investigan. Por ello, el 90% del presupuesto para investigación está destinado a las enfermedades del 10% de la población mundial.
La industria pública médico-farmacéutica de Cuba, aún siendo una de las principales fuentes de divisas para el país, se rige por principios radicalmente opuestos.
En primer lugar, sus investigaciones van dirigidas, en buena parte, a desarrollar vacunas que evitan enfermedades y, en consecuencia, aminoran el gasto en medicamentos de la población. En un artículo en la prestigiosa revista Science, los investigadores de Universidad de Stanford (California) Paul Drain y Michele Barry aseguraban que Cuba obtiene mejores indicadores de salud que EEUU gastando hasta veinte veces menos (12). La razón: la ausencia –en el modelo cubano- de presiones y estímulos comerciales por parte de las farmacéuticas, y una exitosa estrategia de educación de la población en prevención de salud.
Además, las terapias naturales y tradicionales –como la medicina herbolaria, la acupuntura, la hipnosis y muchas otras-, prácticas poco rentables para los fabricantes de medicamentos, están integradas desde hace años en el sistema de salud pública gratuita de la Isla (13).
Por otro lado, en Cuba los fármacos son distribuidos, en primer lugar, en la red hospitalaria pública nacional, de forma gratuita o altamente subsidiada -precisamente- gracias a los ingresos en moneda fuerte por sus exportaciones (14).
La industria farmacéutica cubana, además, apenas destina presupuesto al gasto publicitario que, en el caso de la multinacionales, es superior incluso al invertido en la propia investigación (15).
Por último, Cuba impulsa la producción de fármacos genéricos que pone a disposición de otros países pobres y de la Organización Mundial de la Salud, a un precio muy inferior al de la gran industria mundial (16).
Pero estos acuerdos, ajenos a las reglas del mercado, generan fuertes presiones desde la industria farmacéutica. Recientemente, el Gobierno de Ecuador anunciaba la compra a Cuba de un número importante de medicamentos, en “reciprocidad” por la becas a estudiantes ecuatorianos en la Isla y por el apoyo de especialistas cubanos en el programa “Manuela Espejo” para personas discapacitadas (17). Las protestas de la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos Ecuatorianos se convirtieron de inmediato en campaña mediática, difundiendo el mensaje de la supuesta mala calidad de los fármacos cubanos (18).
Por otro lado, numerosos analistas ven detrás del golpe de estado de Honduras, en 2009, a la gran industria farmacéutica internacional, ya que el gobierno del depuesto Manuel Zelaya, en el marco del acuerdo ALBA, pretendía sustituir la importación de medicamentos de las multinacionales por los genéricos cubanos (19).
El bloqueo de EEUU a Cuba impone importantes obstáculos para la comercialización internacional de los productos farmacéuticos cubanos, pero también perjudica directamente a la ciudadanía de EEUU. Por ejemplo, las 80.000 personas diabéticas que sufren en este país, cada año, la amputación de los dedos de sus pies, no pueden acceder a la vacuna cubana Heperprot P, que precisamente las evita (20).
El Premio Nobel de Química Peter Agre afirmaba recientemente que "Cuba es un magnífico ejemplo de cómo se pueden integrar el conocimiento y la investigación científica" (21). Irina Bokova, directora general de la UNESCO, decía sentirse “muy impresionada” con los logros científicos de Cuba y mostraba la voluntad de esta organización de Naciones Unidas en promoverlos en el resto del mundo (22). La pregunta es inevitable: ¿contará con la colaboración imprescindible de los grandes medios internacionales para difundirlos?

Vacunas de Cuba y Brasil salvan miles de vidas en África, pero los medios solo hablan de las de Bill Gates

La alianza entre Brasil y Cuba, como respuesta a un SOS de la Organización Mundial de la Salud, ha permitido fabricar 19 millones de vacunas para África, distribuidas por entidades como la propia OMS, UNICEF, Médicos Sin Fronteras o la Cruz Roja Internacional. ¿Por qué no es relevante esta noticia para los grandes medios?
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Vacunas de Cuba y Brasil salvan miles de vidas en África, pero los medios solo hablan de las de Bill Gates
José Manzaneda, coordinador de Cubainformación.- La “cooperación triangular Sur-Sur-Sur” consiste en que entidades de dos países del llamado Tercer Mundo se unen para ayudar a un sector de población necesitada de un tercer país también del Sur. Un ejemplo de ello es el apoyo para la vacunación contra la meningitis de millones de personas en varios países de África que, desde hace años, llevan a cabo Cuba y Brasil (1).
Esta iniciativa de Cuba y Brasil, aunque sin duda sorprendente –y relevante, por tanto, desde el punto de vista informativo- ha sido ignorada por la gran prensa de los países ricos, a excepción de algunas revistas especializadas.
Y es que las grandes compañías farmacéuticas de estos países ricos, que a su vez son importantes clientes publicitarios de dichos medios, salen bastante mal paradas de esta historia. Veamos por qué.
A mediados del año 2006, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó un SOS internacional: necesitaba la producción masiva, al precio más bajo posible, de la vacuna polisacárida contra la meningitis A y C, con destino a 23 países del llamado “cinturón de la meningitis” de África, que se extiende desde el oeste de Senegal hasta el este de Etiopía, y donde viven 430 millones de personas.
Sólo una empresa transnacional (la “Sanofi Pasteur”) fabricaba estas vacunas pero, debido a su baja rentabilidad económica, había reducido drásticamente sus volúmenes de producción, algo que ponía a África al borde de la emergencia sanitaria.
La OMS pidió entonces a laboratorios públicos y privados de todo el mundo que dieran un paso al frente y encontrasen la manera de fabricar millones de vacunas baratas. Ninguna multinacional respondió, pero sí lo hicieron dos laboratorios públicos, curiosamente de sendas naciones del Tercer Mundo. El Instituto Finlay de Cuba y el Instituto Bio-Manguinhos de Brasil se asociaron para la creación de la vacuna vax-MEN-AC, específica para los tipos de meningitis que afectan a la región africana (2). A partir de entonces, en Cuba se produce el principio activo, y en Brasil se desarrolla el resto del proceso industrial, incluyendo la liofilización y el envasado. El precio final de cada dosis se redujo casi 20 veces: de los cerca de 20 dólares de la vacuna comercializada por la citada multinacional a menos de 95 centavos (3).
Esta alianza entre Brasil y Cuba ha permitido fabricar desde entonces 19 millones de vacunas para África, que son adquiridas y distribuidas por entidades como la propia OMS, UNICEF, Médicos Sin Fronteras o la Cruz Roja Internacional.
En un artículo reciente, publicado por la prestigiosa revista científica norteamericana Science, Halla Thorsteinsdóttir, investigadora de la Universidad de Toronto (Canadá), ensalzaba este gran ejemplo de “cooperación sur-sur” y proponía fomentarlo en todo el mundo (4).
Recordemos que los gobiernos de Brasil y Cuba han seguido colaborando en otros proyectos sanitarios de cooperación triangular Sur-Sur-Sur. Por ejemplo, ambos países apoyan, desde hace varios años, a la reconstrucción del Sistema de Salud Pública de Haití (5).
Pero –a pesar de su relevancia informativa innegable- este tipo de iniciativas de cooperación a gran escala no merecen ni el más pequeño espacio en los grandes medios internacionales, ubicados en el Primer Mundo. Algo que contrasta con la cobertura periódica de las acciones sanitarias en África que son financiadas –por ejemplo- por la fundación del multimillonario Bill Gates (6); o de proyectos de mínimo impacto, sostenidos por empresas privadas (7), algunas del propio ramo farmacéutico, a partir de sus presupuestos de marketing social corporativo (8).
La razón del silencio mediático acerca de iniciativas como las de Cuba y Brasil, es que éstas contradicen de raíz conceptos convertidos en verdad incuestionable por la línea editorial de los grandes medios.
Uno, que la única forma posible de cooperación internacional es la llamada “cooperación Norte-Sur”, es decir, la entrega de recursos desde los Países del Primer Mundo a los del Tercero. Esquemas de cooperación Sur-Sur como éste, sin embargo, así como los programas educativos, sanitarios, alimentarios o culturales de Cuba en decenas de países pobres, desmontan absolutamente este concepto (9).
Una segunda idea es que el mercado y la empresa privada –en este caso, las multinacionales farmacéuticas- ofrecen soluciones más eficientes a las necesidades de la población que las iniciativas públicas. La cooperación cubano-brasileña en África demuestra justo lo contrario: millones de seres humanos desatendidos por el mercado -que solo actúa por rentabilidad-, consiguen solución a una necesidad vital a partir de la voluntad política de dos gobiernos, ambos –curiosamente- con orientación de izquierda.

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